Economía de los cristales rotos, la sublevación tecnológica
En un ensayo de 1850, quien fuera escritor, economista y legislador francés, el bayonés Fréderic Bastiat formuló una paradoja que ha cobrado gran relevancia recientemente. La parábola de los cristales rotos, no confundir con la teoría de las ventanas rotas, cuenta una historia de cómo un niño al causar un movimiento artificial puede reactivar la economía. El crío rompe el cristal del panadero, la plusvalía del comerciante se compensará contratando al cristalero, quién comprará el pan al damnificado. Y este último a su vez comprará calzado, beneficiando al zapatero y continuando así la retroalimentación.
Cuando reina la estabilidad y el equilibrio, suena la tormenta
Permíteme hacer referencia a la Ley de Moore, que ya te comenté en otro artículo, esta vez en el panorama socioeconómico. Al vislumbrar las limitaciones físicas en la fabricación de semiconductores, están optando por vías de desarrollo alternativas partiendo de una base realmente madura y optimizada. El resultado es una mejora en términos de eficiencia y rendimiento. ¿Hasta cuándo?
Imagina ahora la irrupción del grafeno como material sustituto al silicio de los chips, cambiando por completo la industria y sus leyes establecidas. Este mismo suceso se puede extrapolar a la economía. Los que controlan la batuta buscan la creación de un nuevo mercado como remedio. Cuando se adquiere cierto equilibrio y maduración, dicha búsqueda de eficiencia puede ser perjudicial para el trabajador no cualificado. La destrucción de empleos por la digitalización es una realidad, siendo necesario adaptarse a la nueva economía virtual descentralizada donde la innovación tecnológica es el mayor factor de creación de riqueza.
El caso más evidente, la electrificación del automóvil
Obviando los vehículos a vapor del siglo dieciocho, curiosamente los orígenes del automóvil fueron puramente eléctricos. Vivieron su era dorada a principios del 1900, la electricidad llegaba a casi todos los hogares y los coches eléctricos casi duplicaban a los de combustión.
Una veintena de años después, el verdugo de estos autos apareció bajo la tierra. El descubrimiento de numerosos yacimientos de petróleo desveló las grandes reservas existentes, y ello conllevó a una amplia disponibilidad de la gasolina. Los propulsados por combustible eran más económicos de operar, más rápidos y podían cubrir distancias mayores, comenzaba una nueva era.
Desde esos primeros tragones de litros de carburante y fábricas de gases rodantes, la realidad es que se han conseguido neutralizar un 90% las emisiones. Y qué decir de los consumos, de los 5 km por litro hasta los 25 km aproximados actuales. Además, la contaminación actual del transporte privado es inferior al 10% del total de emisiones. Entonces llegó Tesla y a golpe de talonario revivió el concepto de coche eléctrico. La gran repercusión y enorme publicidad conseguida ha llevado a la Unión Europea a establecer una fecha de caducidad para el motor térmico, 2035.
Destruir una tecnología termodinámicamente probada, extremadamente avanzada y consolidada por otras mucho más costosas, menos eficientes pero que de efecto inmediato generan una nueva fuente de riquezas, es el nuevo mercado del que te hablaba anteriormente. Suma además el pago por servicios, una idea magnífica de generar valor añadido. El poder de las petroleras se transfiere a compañías eléctricas llenas de impuestos, un nuevo sistema en el que el ciudadano no tiene ventajas económicas y ecológicamente no es un suceso global. No pretendo desprestigiar el movimiento, es impepinable que el futuro será eléctrico, pero, ¿acaso te has preguntado con qué método se producen la mayoría de voltios que se transfieren a las baterías de los automóviles? Te doy una pista en forma de noticia, la gran y ‘Verde’ Alemania a día 18 de Septiembre de 2021 ha puesto en marcha una nueva central térmica de carbón. Con estas incoherencias digo yo, ¿no será más efectivo “controlar la infección” primero por donde más extendida está?
La antítesis en China, ata a tu aliado antes de que se te suba a la chepa.
Me viene al pelo la expresión “dispararse en el pie”, y no precisamente con un significado peyorativo, sino todo lo contrario. Recientemente, el gobierno chino está echando el freno a todas las gigantes tecnológicas y empresas privadas, incluso menoscabando su propia economía. Movimiento que comenzó con las contundentes regulaciones al imperio del comercio y pagos Alibaba. Primero tumbaron la salida a bolsa de su matriz financiera Ant Group, la filial iba a ser la OPV* más grande de la historia. Posteriormente dictarían sentencia en forma de sanciones de gran magnitud, y lo más importante, la obligación a cambiar la gestión operativa. Nuevas leyes antimonopolio, mayor claridad y cooperación con la autoridad, las nuevas regulaciones eran una advertencia para otras grandes compañías del sector.
El listado de víctimas no acaba aquí, ni mucho menos. Siguiendo con el sector tecnológico recibiría su merecido la multinacional Tencent, enfatizando las penalizaciones en la división de los videojuegos y comunicaciones. Otros nombres sonados como Baidu, “el Google chino”, Didi, empresa similar a Uber o Meituan, semejante a Glovo. Un listado numeroso al que se ha unido una rama fundamental del país, la educación privada. Por si no ha quedado claro, el gobierno no va a permitir a ninguna compañía adquirir más poder que la propia regencia, el Partido es y seguirá siendo quien controle la vida de los ciudadanos chinos.
*OPV: Oferta pública de venta de un gran número de acciones en una empresa o sociedad.
Jaque a los estados, el cambio de poder en el resto del mundo
Remontamos a la época donde los conflictos bélicos, salvando su horrendidad, fueron sucesos vitales en el desarrollo tecnológico, en especial el ámbito médico y las telecomunicaciones. Una industria militar controlada por el estado, que dictaminaba así los tempos en innovaciones y el avance industrial. Las grandes guerras terminaron, las tensiones se relajaron y llegó la era digital.
Durante mucho tiempo en Estados Unidos se impuso la libre evolución en innovación, ahora la falta de competencia privilegia a las grandes corporaciones. El crecimiento exponencial de las grandes compañías tecnológicas ha acaparado el mercado, el monopolio formado ha llegado a tal punto que dichas multinacionales tienen mayor poder que el propio estado. Las sanciones no son más que pellizcos, hacen falta medidas mucho más drásticas, que de aparecer, ya llegan tarde.
¿Y nosotros qué?
Al igual que la metáfora que inicia este artículo, consideramos los beneficios del cristal roto, pero obviamos, mirando al conjunto de la industria, los costes escondidos. La realidad es que el panadero no tenía necesidad de cambiar el vidrio, la sociedad realmente pierde el valor del material destruido.
Con el equilibrio roto, ¿que nos cae a los ciudadanos de a pie de todos estos movimientos eco-económicos? ¿a quién beneficia realmente todo este cambio en la economía global? ¿qué nos deparará el futuro?
Unifica todas estas ideas y saca tus propias conclusiones.